Discurso del día del abogado (50 años de profesión)



Como es costumbre del Colegio de Abogados de Córdoba, en el acto del día del abogado se hace entrega de un premio especial a aquellos abogados que cumplieron 50 años en el ejercicio de la profesión. Además se suele invitar a alguno de los homenajeados a que tome la palabra en representación de sus pares. El pasado miércoles 29 de agosto el discurso estuvo a cargo del Dr. Julio Altamira Gigena, y fue coincidencia del público en general que sus palabras fueron muy emotivas y aleccionadoras, en especial para quienes transcurrimos por los primeros años del quehacer abogadil. Esperamos que el texto escrito conserve el sabor de lo que fue su pública lectura. La imagen que acompaña fue tomada de este sitio web.


Señor Presidente del Colegio de Abogados
Señores Magistrados
Estimados Colegas
Queridos amigos


Es para mi un gran honor que el Sr. presidente de este prestigioso Colegio, Dr. César Alejandro Tejerina, me haya pedido que hable en este acto con motivo de los 50 años de ejercicio activo de la profesión de abogado.
Me da la impresión que estos años han pasado a gran velocidad, pues tengo presente cuando comencé y veía a los viejos abogados de aquella época con gran respeto y admiración. Pensaba la cantidad de asuntos que habrán pasado por sus manos y la experiencia adquirida a través de los años. Los veía también como un puerto de salvación porque acudíamos a ellos para que nos evacuen alguna consulta y nos indicaran cuál era el camino a seguir.
Digo que estos años han pasado a gran velocidad, porque es para mi una gran satisfacción ejercer la profesión, no sólo porque tengo vocación, sino además porque soy optimista por naturaleza y para ser abogado hay que ser optimista, ya que hay que pensar que el asunto que llega a nuestras manos se va a solucionar y tenemos que arbitrar los medios para que esa solución llegue en el menor tiempo posible.
El ejercicio de la profesión de abogado consiste principalmente en asesorar, o sea en aconsejar al cliente que  viene por un problema, que llega angustiado  y tenemos que tranquilizarlo advirtiéndole que alguna solución existe y que a esa solución  la vamos a buscar. Si no la encontramos en forma extrajudicial indefectiblemente tenemos que acudir al juicio, pero considero que antes hay que tratar de lograr la solución.
El abogado, por ser universitario, ocupa un lugar muy importante en la sociedad,  tiene una gran responsabilidad, ya que los semianalfabetos y los analfabetos  miran al universitario  tratándolo de imitar, por lo que  tiene que tener una conducta ejemplar, sino será motivo de escándalo. Si  no tiene buenos modales, un buen comportamiento ¿Qué dejamos para los demás?.-
El abogado tiene que ser un hombre de una gran cultura porque no se puede limitar al conocimiento del derecho, ya que mientras más cultura tenga más fácil le será encontrar la solución de los asuntos que le llegan a su mano.
            Además es necesario que  sea una persona prudente, de trato mensurado y afable, no sólo con los jueces sino también con sus colegas, ya que no los puede agredir.
No puede ser torpe, grosero ni mucho menos tener un lenguaje soez, porque esto indudablemente denigra la profesión.
Como  persona inteligente tiene que  estudiar cada uno de los asuntos que le llegan,  tiene que tener además dedicación al trabajo tomando el ejercicio de la profesión como un servicio a la sociedad y debe preocuparse no sólo por lo jurídico sino también por lo social y lo económico.
Si uno estudia bien el asunto logrará tener una idea clara, y esto es muy importante porque el que tiene ideas claras habla claro y escribe claro, pues de lo contrario no sólo no entenderá él lo que escribe, sino que no lo entenderá nadie y esto atenta contra el derecho de su propio cliente.
No hace falta que los escritos tengan muchas transcripciones porque no hace falta demostrar erudición y sabiduría, sino  que es necesario demostrar que a su cliente le asiste la razón y el derecho;  para ello no hay que escribir en forma rebuscada ya  que las oraciones deben ser simples, bien redactadas, claras y precisas.
Es imprescindible además que el abogado permanentemente piense que es un colaborador de la justicia lo que significa que debe actuar con honestidad, con generosidad, con amor y proceder siempre de buena fe.
Hay que tener en cuenta el decoro profesional, que es lo más preciado y digno de la defensa de todo universitario, hay que tener presente  también que si bien la meta es ganar el juicio no todos los caminos son buenos para llegar a ese fin, sino sólo aquellos que podemos transitar con honestidad y con moral.
Tenemos que tener presente que la ética profesional tiene que ser el secreto del triunfo, ya que en la profesión muchas veces hay flaquezas y extravíos por impaciencia, por irreflexión o por afán de ganar pronto y de cualquier manera lo que se debe ganar con justicia, con trabajo, con esmero y con decoro.
            Es por esta razón que a los jóvenes les digo que no se apuren en superar etapas, que no se pueden quemar etapas, pues cada una de ellas  tiene su tiempo y así como los primeros años de la carrera la actividad profesional es bastante intensa, luego vienen otros años también de trabajo pero que varía la forma y el método, porque ya no se está al frente de la batalla, sino que se está en nuestro estudio donde dirigimos a los jóvenes abogados que van al frente de la lucha y nosotros estamos atrás para organizar, para encauzar, para controlar.
Con los años se adquiere equilibrio, prudencia y armonía pero para eso uno tiene que tener paz, tiene que estar tranquilo porque ha procedido bien, ha sido generoso y ha actuado de buena fe. De lo contrario nos podemos arrepentir.
Es importante recordar que a través de los siglos la sociedad no ha podido vivir sin justicia, ya que es uno de sus pilares fundamentales.
La justicia, como obra humana, es falible,  su perfección siempre es relativa y exige de quienes la administran y a quienes la piden un sentido de derecho o conciencia jurídica que sólo la posee en alto grado el abogado que reúne las condiciones esenciales de ilustración, vocación, moralidad y honestidad.
Finalmente quiero recordarles   que no es necesario pelearse con el juez porque haya desestimado un pedido,  ni ofender al colega  en los escritos, porque lejos de quedar  en una buena posición ante el juez demuestra la debilidad del  planteo y es  más importante  la “fuerza de la razón ” que la “razón de la  fuerza”.
Nada más y muchas gracias por vuestra atención

Dr. Julio Altamira Gigena

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