El día que dejé de ser joven abogado

3 de mayo de 2016

Hoy, El Sistema me comunicó oficialmente que he dejado de ser Joven Abogado...

Fui a pagar la Caja, y la computadora indolente reflejó en su pantallita los $ 651 que pagamos en concepto de mensualidad los que no necesariamente somos viejos, pero de ninguna manera somos legalmente jóvenes. Sin preaviso y sin solemnidades me llegó abruptamente el fin de un ciclo de profunda participación y trabajo a gusto.

En "carácter de joven abogado" fui autor del proyecto de reglamento de mi querida Comisión de Jóvenes Abogados, que el Directorio aprobó en 2011, y también de su reforma de 2014. Participé de cuatro inolvidables Mesas Coordinadoras, siempre desde la función de Delegado ante la Comisión Nacional de Jóvenes Abogados de la FACA. Fui candidato a presidente de esta Comisión Nacional (en las únicas elecciones que hubo en FACA en muchos años), y organizador del XIX Congreso Nacional, entre tantas jornadas, cursos y demás actividades que organizamos juntos, como aquella convocatoria a la primer reunión informal de lo que luego se convertiría en la Comision de Jóvenes de la FeCACor. Y cómo no recordar cuando hace cinco años me tocó moderar el primer debate de candidatos a presidente del Colegio realizado en la institución. ¡Que luego repetimos dos veces más! Y aquella tarde a tres días de la votación de autoridades, cuando el Directorio me comunicó en tres renglones su decisión de removerme de la función ad honorem para la cual había sido electo democráticamente por mis pares hasta la culminación de este año. Todas cosas típicas de “Jóvenes Abogados”. Pero basta de autobombo, un abogado jamás debe dormirse en los laureles, y menos uno que ya no es joven, y cuyas vanaglorias son tan poco cuantificables desde lo monetario o lo académico.

Porque como dijo El Gran Fayt, citando a Ciuratti: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado durante treinta años de vida, que sea en conjunto un literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la inefable memoria de un niño, y tal vez con todo esto, forméis un abogado completo”.

Entonces no se puede uno poner a perder el tiempo en melancolías de joven abogado, ya que la "completitud" espera, y esos siete años que El Sistema dice que pasaron, no parecen más que un pequeño, ínfimo momento, entre aprender a enviar una cédula y obtener el primer “resuelvo” favorable. Aprovéchenlos quienes aún los transcurran. Protocolícese, hágase saber y dese copia.

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